viernes, 1 de noviembre de 2013

SERENO SAM ¿MASÓN ERES? (sobre los palíndromos)

Se atribuye a Sótades, poeta satírico griego del siglo III a. C., la invención de ese curioso tipo de frases que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda: los palíndromos. No obstante, no se conservan muestras de aquella época. En Herculano, ciudad sepultada por las cenizas del Vesubio en el año 79, fue encontrado un grafito que contiene la siguiente sentencia en latín:

S   A   T   O   R
A   R   E   P   O
T   E   N   E   T
O   P   E   R   A
R   O   T   A   S

Se trata de un notable ejemplo de palíndromo, ya que la lectura puede realizarse igualmente desde la S inicial hacia abajo y a la derecha, y desde la S final hacia arriba y a la izquierda. Puede traducirse como "El sembrador Arepo guía las ruedas con destreza".

El cuadrado Sator
Los palíndromos, considerados con frecuencia un simple juego, no han tenido demasiados cultivadores a través de los tiempos. Uno de los más antiguos fue el emperador de Oriente León VI el Sabio (866-912), a quien se deben veintiséis frases palindrómicas. Una de ellas, famosa por haber sido inscripta en numerosas iglesias europeas, expresa: NIPSON ONOMEMATA ME MONON OSPIN, que significa: "Lavad vuestros pecados, no sólo vuestra cara".

Posteriormente, franceses, alemanes y, sobre todo, ingleses, se contaron entre los más asiduos cultores de esta curiosidad de la lengua. En español, el palíndromo más célebre tal vez sea la frase DÁBALE ARROZ A LA ZORRA EL ABAD.

Al hablar de palíndromos en español, se hace difícil no mencionar el nombre de Juan Filloy (1894-2000). Este escritor cordobés fue un apasionado de la palindromía y en su obra Karcino (1988), subtitulada "Tratado de palindromía", brinda un interesante ensayo sobre el tema, a la vez que ofrece un amplio ejemplario de palíndromos de su invención. Allí pueden leerse reflexiones como la siguiente:

La palindromía es diurna y nocturna, simultáneamente. Un sol extraño -un sol semiótico- ilumina su claridad expresiva y su sombra gemela. La lectura natural visible se sume en la sombra de caracteres gráficos iguales. Mas la paradoja se esclarece leyendo retrospectivamente. Así, lo que fue nítido al principio se torna diferente sin haber dejado de ser idéntico. Éste es el portento singular de la palindromía: convertir la locución o la frase en un riguroso y vigente juego de metaplasmos.

Juan Filloy en 1971
Filloy escribió que él era "el primer palindromista del mundo, a través de todas sus épocas, de todos los idiomas y de todas las latitudes del espíritu". Y sin duda durante mucho tiempo lo fue, habiendo compuesto, al parecer, unas diez mil frases palíndromas. En la actualidad ha sido superado en cantidad, aunque no es muy probable que haya -al menos en lengua española- una obra similar a su tratado de palindromía. Por otra parte, este escritor argentino parecía estar signado por todo tipo de récords: vivió 105 años, por ejemplo, y los títulos de todas sus obras constan de siete letras: Op Oloop (1934), Caterva (1938), Yo, yo y yo (1971), etc.

Filloy decía que en los textos palindrómicos "no se computan grafías de signos, acentos y puntuación. Esta misma se emplea parcamente, o no se emplea (...)", aunque otros han escrito este tipo de frases colocando tildes. Transcribo algunos de sus palíndromos:

SERENO SAM ¿MASON ERES?

¿ACASO CITAN A FANATICOS ACA?

SI: ESA DEMAGOGA ME DA SEIS

¡ANA, SALUD! ¡EMERGE LA ALEGRE MEDULA SANA!

ISA, YO, SOLA, VERANEO EN AREVALO. SOY ASI...

A CESARINO CASI LE MATA MELISA CON IRA SECA

EN EL RAMADAN, SAIRA. (HOY AL SOSLAYO HARAS NADA, MARLENE)

ETNA DESAYUNO A LA TURBA BRUTA. LA ONU YA SEDANTE

SEVERO REVES AL OSADO TRAMITE DE TIMAR TODA SOLA. ¡SEVERO REVES!

¿OYO, BEDEL? TELMA HA ROTO MI MOTOR. (A HAMLET LE DEBO YO)

El compositor español Víctor Carbajo ofrece en su página web la descarga gratuita de un libro electrónico de 1.731 páginas con 100.001 palíndromos en español, de los cuales 60.202 son de su invención y el resto de otros autores.

Hace varios años, durante un período de poca inspiración, tuve la idea de dedicarme a componer palíndromos. El resultado fue un pequeño libro titulado 151 palíndromos y un cuento palindrómico, que publiqué en edición digital en 2007. Muchos de esos palíndromos están también en el libro de Carbajo. A continuación muestro una selección de los mismos. El penúltimo consta de veinte palabras; el último, el más extenso que escribí, de veintidós.

RAMO OTOMANO: DONA MOTO OMAR

A ESE, DANI: SÓLO GOLOSINA DESEA

A JAPÓN NO LLEVO VELLÓN, NO: PAJA

¡AH, CRAM! LA PAPELERA... HARÉLE PAPAL MARCHA

SODA, GEL: A DANILO MOLINA DA LEGADOS

SOÑÉ, RUSO: O DASE VERNE ENREVESADO O SUREÑOS

AIROSA, O DA CORBATA O ATA BROCADO A SORIA

YO HOY, ODET, SUEÑO SOÑÉ: USTED O YO HOY

AJÉ, DEJA... POR ODIAR ALUMNO CON MULA, RAÍDO ROPAJE DEJA

YO HALLÉ A NORA RITA. LA TIRARON A ELLA HOY

OÍ METAL, LATA. BALZAC AYER OYÓ: REY ACAZ LA BATALLA TEMIÓ

 A MÍ, CLAUDE DEBUSSY, "LA MER"... REMA LYS, SUBE DE DUAL CIMA
 
SAM, A TÍ: ¡POCA RISA A JOEL O LEO, JA... ASIRÁ! COPITA MÁS...

SAL: O SE CORTA O SE ARA, PERO ¡AY, ASÍ PÉTALO OLA TE PISA YA! ORE PARA ESO. ¡ATROCES OLAS!

AMÉ A ANA, A NINA, NORA, A... ¿ERES O NO ERES? ¿SERÉ O NO SERÉ? AARÓN A NIN, A ANA, A EMA

sábado, 26 de octubre de 2013

Nueva visita a "Secuestrado"

El recuerdo que tenía hasta hace poco tiempo de Secuestrado, novela de Robert Louis Stevenson, era feliz y algo borroso. Feliz porque se trataba de un libro que había disfrutado, y borroso porque lo había leído hacía mucho tiempo, durante la adolescencia. En una nueva lectura, el primer atributo se ha conservado; pero además, ahora tendré un recuerdo más definido.

Secuestrado, cuyo título original es Kidnapped, se publicó por primera vez en 1886. Lleva un largo subtítulo: "Memorias de las aventuras de David Balfour en el año 1751: Cómo fue secuestrado y naufragó; sus sufrimientos en una isla desierta; su viaje a las salvajes Highlands; su encuentro con Alan Breck Stewart y otros célebres jacobitas de las Highlands; con todo lo que sufrió a manos de su tío Ebenezer Balfour falsamente llamado de Shaws; escrito por él mismo y ahora presentado por Robert Louis Stevenson". Como puede notarse, se trata de una novela de aventuras; en este caso, basada en un episodio de la historia escocesa.

David Balfour en la isla de Earraid.
Pintura al óleo de C. N. Wyeth (1913)

Las aventuras de David Balfour se desarrollan, como expresa el subtítulo, en un período en el que aún estaban vivas las secuelas de la guerra civil que había enfrentado a los jacobitas (partidarios del destronado rey Jacobo) con el trono inglés de los Hannover. Pero mientras que Alan Breck, compañero de aventuras de David (y personaje real), es el típico highlander jacobita, que lucha contra lo que considera una injusticia histórica, Balfour es un ejemplo de "lowlander", habitante de las tierras bajas y un tanto indiferente respecto de la "monarquía usurpadora".

Entre las impresiones dejadas por la lectura, podría citar lo que percibí como una influencia de El progreso del peregrino, de John Bunyan, obra que Stevenson solía mencionar. Cuando David camina en solitario antes de su encuentro con Alan, se topa con varios personajes que me recordaron a los de Bunyan. Otra cuestión notable es lo bien logrados que están los sentimientos y las reacciones de los personajes principales, en especial en el capítulo XXIV, que describe una disputa entre ambos amigos.

Por último, hay que destacar la belleza de la prosa de Stevenson. Los críticos suelen hablar de la "difícil sencillez" de su prosa, producto del trabajo a través de los años. En este sentido, puede notarse la progresiva depuración de su estilo desde una obra temprana como Nuevas noches árabes (1882) hasta su inacabada obra maestra Weir de Hermiston (1896).

Escrita en teoría como una novela para adolescentes, Secuestrado ha atraído la admiración de escritores tan distintos como Henry James, Jorge Luis Borges y Seamus Heaney. Sin embargo, y aunque la obra figura por lo general entre las principales de Stevenson, no es demasiado fácil encontrar nuevas ediciones de la misma, al menos en español. En 1893 se publicó una continuación de esta novela, Catriona.

lunes, 21 de octubre de 2013

El escritor y el método (minicuento)

Hay escritores que no comienzan a escribir un relato si no tienen en su mente la estructura completa de la historia. Pueden faltar los detalles, pero lo principal está. Otros se lanzan a escribir teniendo sólo una frase. Yo siempre he pertenecido al primer grupo.

Años atrás, se me podía ocurrir un argumento mientras me duchaba o en una noche de insomnio. En ese sentido, muchas veces las noches de insomnio no representaban una total pérdida de tiempo. Ahora, lo único que obtengo de una noche de insomnio es estar todo el día con movimientos de autómata.

Hace algunas semanas leí un artículo de Raymond Carver que trata, justamente, de la escritura de cuentos. El artículo me impactó, porque él pertenecía al primer grupo pero después pasó al otro. Hablando de la primera vez que usó ese método -es decir, el que consiste en no tener la historia completa al momento de empezar a escribirla-, explicaba que después de la primera frase brotaron otras complementarias, y que había escrito el relato como si escribiera un poema: una línea, y otra debajo, y otra más.

Como dije, el artículo me impactó. Me asombró que un escritor pudiera pasarse al otro grupo, pero no se me cruzaba por la cabeza la idea de que yo pudiera escribir así. Al mismo tiempo, no podía escribir nada con mi método habitual.

Después de muchos días intentando imaginar un argumento completo, he decidido probar. Siento que ya no puedo escribir con el método de siempre. Pero si no puedo hacerlo de esta nueva forma, estaré perdido: no podré escribir más cuentos y tendré que limitarme a escribir artículos y cosas por el estilo.

Entregado a la situación, abro el cuaderno por donde empieza una hoja en blanco, tomo la lapicera -no me gusta escribir el borrador en computadora- y escribo la primera frase, la única que tengo en mente. ¿Podré completar la historia?

jueves, 17 de octubre de 2013

La vuelta al mundo en algunos títulos

Algunas veces he pensado que la gente da demasiada importancia a los títulos a la hora de decidirse a leer un libro, y que por eso deja de lado algunas buenas obras que tal vez no cuentan con un título muy llamativo. Parece cierto que, por lo general, un buen libro tiene un título igualmente bueno, pero esto no siempre es así.

Detrás de muchos títulos famosos hay historias bastante menos conocidas. El título que había elegido Herman Melville para su obra más célebre, Moby Dick, era el insulso "La ballena", y el que Gabriel García Márquez había imaginado para su también libro más célebre, Cien años de soledad, era "La casa". En el primer ejemplo, fueron los editores los que decidieron reemplazar el título; en el segundo, el propio autor tuvo la acertada idea de modificarlo antes de enviar la obra a una editorial.

Un tipo de título que suele provocar un buen efecto es el que une dos sustantivos mediante la partícula "y": Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; La guerra y la paz, de Lev Tolstoi; Crímen y castigo, de Fedor Dostoievski; El ruido y la furia, de William Faulkner. A su vez, éste último está tomado de un verso de Macbeth, la obra de Shakespeare.

¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?
, de Philip Dick
Los trabajos y los días se titula una obra del poeta griego Hesíodo. Marcel Proust sustituyó una de las palabras de ese título para nombrar a su primera publicación: Los placeres y los días. Finalmente, la argentina Alejandra Pizarnik reemplazó la otra palabra principal del título de Hesíodo para dar lugar al título de uno de sus principales libros de poemas: Los trabajos y las noches.

Un ejemplo similar, pero tal vez más curioso, es el vinculado a un libro de Julio Cortázar. Tomando el título de una de las obras más conocidas de Jules Verne, La vuelta al mundo en ochenta días, Cortázar invirtió dos de sus términos para titular una obra miscelánea como La vuelta al día en ochenta mundos.

Hay ciertos títulos que -aunque con el tiempo nos resulten familiares- parecen deliberadamente extraños, como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, novela de Philip Dick llevada al cine con el título de Blade Runner, o La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. Algunos títulos de colecciones de cuentos de Raymond Carver incluyen la repetición de una palabra, como ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? o De qué hablamos cuando hablamos de amor.

Termino con una cita de Hemingway: "Después de terminar un cuento o un libro, escribo una gran lista de títulos tentativos. He llegado a escribir hasta cien. Luego, comienzo a eliminar los que no me gustan, uno por uno. La mayoría de las veces, lamentablemente, los descarto a todos."

domingo, 13 de octubre de 2013

Breve historia de mi biblioteca

Al volver mentalmente al pasado para descubrir los orígenes de mi biblioteca personal, encuentro que éstos se remontan a mis diez años. Como he relatado en otra ocasión, para mi cumpleaños número diez un compañero de la escuela me regaló un libro que sólo leí al año siguiente. A partir de entonces, el tiempo y -de algún modo misterioso- las circunstancias hicieron el resto.

Algunos de los libros cuya lectura
me resultó especialmente agradable
Entre los primeros autores que leí se encontraban el francés Jules Verne (más conocido en los países de habla hispana como Julio Verne), el estadounidense Mark Twain y el escocés Robert L. Stevenson, entre otros, a los que todavía suelo releer con interés. Muchas veces leía las obras de estos escritores en adaptaciones para jóvenes, por lo cual no podía apreciar cabalmente el verdadero carácter y estilo de las mismas. Con el tiempo, fui reemplazando muchos de estos libros por ediciones completas, pero aún conservo algunos ejemplares de estas primeras adquisiciones. Por otra parte, había ediciones para jóvenes pero sin abreviar y en buenas traducciones, como la bella colección "Mis libros" de la editorial Hyspamérica.

Durante el secundario, que realicé en Villa Carlos Paz, el espectro de mis lecturas empezó a ampliarse. Algunas tareas para el colegio -pese a tratarse de un colegio de orientación comercial- me hicieron acercarme al Martín Fierro, por ejemplo, o a María, del colombiano Jorge Isaacs, y también a escritores argentinos del siglo XX, como Ernesto Sabato y Julio Cortázar. Además, leí por mi cuenta una buena cantidad de autores, más o menos heterogénea, como Salgari, Dumas padre, Melville (Moby Dick), Lewis Wallace (Ben-Hur), Swift, Defoe, Bécquer y Saint-Exupéry.

Ediciones de lujo
No sabría decir cuántos volúmenes tenía mi biblioteca al finalizar el secundario, pero supongo que no pasaría de cien. Porque fue precisamente en esta nueva etapa, la de estudiante en la universidad y de nuevo en la ciudad de Córdoba, cuando la biblioteca empezó a experimentar un mayor crecimiento, en cantidad y variedad. Además de continuar leyendo a algunos de los autores ya mencionados, conocí a muchos otros: ingleses e irlandeses, como John Bunyan (el autor de El progreso del peregrino), Joseph Conrad o James Joyce; estadounidenses como Hemingway; franceses como Dumas hijo; rusos como Gogol, Tolstoi o Chéjov; latinoamericanos como Neruda o García Márquez; argentinos como Borges, Bioy Casares y Lugones.

La carrera que había elegido había sido la bibliotecología, y poco después tuve la idea -la extraña idea, podría decirse- de ser escritor, de modo que mi vinculación con los libros y las bibliotecas no podía ser más estrecha. También comenzaron a interesarme, en cierta forma, las ediciones de calidad en cuanto a los aspectos externos del libro, por lo que suelo considerarme además un bibliófilo aficionado.

Volúmenes que podrían entrar en la
categoría de libros curiosos
Una visión rápida de los estantes de la biblioteca -organizada en general siguiendo la Clasificación Decimal Universal, aunque con algunas modificaciones- da una idea de mis preferencias. La literatura británica ocupa tres estantes y destacan, por la cantidad, las obras de Stevenson; la estadounidense, dos estantes. La literatura alemana no llega a un estante completo y lo comparte con algún escritor suizo, sueco y noruego. Los franceses llenan siete estantes, aunque más de cinco están dedicados a Verne (algunas de sus obras en más de una edición). Italianos y españoles llenan un estante y medio y los rusos un estante. La literatura argentina ocupa tres estantes y otros latinoamericanos un estante más, con escritores mexicanos, cubanos, peruanos, uruguayos, etc. Otras literaturas, apenas representadas, son la polaca, la checa, la árabe o la japonesa.

Vista parcial de la biblioteca
Fuera del ámbito estrictamente literario, la biblioteca posee obras de bibliotecología, filosofía, psicología, religión, biografías, historia y obras de referencia, como enciclopedias temáticas y alfabéticas, diccionarios biográficos, etc. En el presente, la colección consta de unos 670 volúmenes y también, como es natural, cuenta con discos de música y películas, entre las que se encuentran filmes de Orson Welles, Ingmar Bergman y Roman Polanski.

En esta breve descripción he omitido a muchos escritores apreciados, también representados en mi biblioteca. Algunos de ellos son: W. H. Hudson, William Saroyan, Selma Lagerlöf, Guy de Maupassant, André Maurois, Umberto Eco, Miguel de Cervantes, Alexandr Solzhenitsyn.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Chéjov y otras relecturas

"Creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído", expresó una vez Jorge Luis Borges. No sé cuál de estas actividades puede considerarse más importante, pero lo que sé es que volver a leer un libro puede ser una experiencia tan interesante como leerlo por primera vez.

Hace un tiempo me propuse releer algunas obras que había leído en el pasado y el resultado fue, en algunos casos, sorpendente. Por ejemplo, disfruté considerablemente de la relectura de Viaje al centro de la Tierra, de Verne, y me decepcionó un poco una obra como La invención de Morel, de Bioy Casares, que en la primera lectura me había parecido mucho más atractiva. (Hay que agregar aquí que muchas de las versiones cinematográficas que se hacen de Verne tienen muy poco que ver con sus libros; tal es el caso de la adaptación que se hizo hace algunos años de la mencionada novela.)

De los cuentistas clásicos, experimenté una mayor fruición volviendo a leer a Maupassant que intentando leer los Cuentos completos del celebérrimo Edgar Allan Poe. Es innegable que Poe escribió muchos cuentos excelentes, como "Manuscrito hallado en una botella" o "El corazón delator", pero en su obra hay también varios relatos paródicos que, probablemente, han perdido cierto interés. Tal vez sea mejor leer una buena selección de los cuentos del escritor norteamericano que proceder a la lectura de la totalidad de sus relatos.

Antón P. Chéjov
Entre los autores que proyecto volver a leer se encuentra, también, Antón Chéjov (1860-1904). Este escritor ruso destacó de forma excepcional en la doble faceta de dramaturgo y cuentista, dejando tras su breve vida numerosos relatos. La lectura de una selección de sus cuentos (Cuentos imprescindibles), hace ya varios años, fue en general una experiencia agradable. Recuerdo cómo muchas veces podía sentirme identificado con los sentimientos de sus personajes, a pesar de pertenecer a otra época y a otra cultura. Algunos de sus cuentos son buenos ejemplos de historias tristes, pero Chéjov tenía una gran capacidad para retratar situaciones y sentimientos. Destacó, de igual forma, en los aspectos técnicos de la escritura.

Por lo dicho más arriba, sin embargo, puede llegarse a la conclusión de que, si antes de leer un libro por primera vez no sabemos con qué nos encontraremos, aunque hayamos leído o escuchado ya algún comentario, al volver a leer una obra leída tiempo atrás la situación no parece ser muy distinta. Tal vez sepamos de forma aproximada con qué nos encontraremos, pero no podemos saber exactamente cómo reaccionaremos frente a la lectura en esta nueva ocasión.

Todo esto me lleva a preguntarme: ¿Qué me depararán esta vez los cuentos de Chéjov?

viernes, 27 de septiembre de 2013

Mark Twain, la ciencia y el cometa Halley


En una filmación que puede encontrarse en Internet se ve a Mark Twain, ya viejo, de pie a la entrada de su casa en Redding, Connecticut, diciendo algo. En la siguiente escena aparece caminando por un sendero que rodea la casa; luego vuelve a transitar el mismo camino. En una segunda parte del video lo encontramos en compañía de sus hijas Clara y Jane (“Jean”), tomando el té mientras conversan. Luego un criado le trae el sombrero a una de ellas y después se levantan, empiezan a caminar y entonces termina la película.

Esta filmación -realizada por Thomas Edison en una visita que hizo al escritor en 1909- puede, al menos en un primer momento, causarnos cierto asombro. Relacionamos el nombre de Mark Twain (Samuel L. Clemens) sobre todo al siglo XIX, y de hecho cuando se filmaron estas escenas el cine tenía poco más de una década de existencia. Sin embargo, lo cierto es que el escritor estadounidense mostró a lo largo de su vida un profundo interés por la ciencia y la tecnología.

Mark Twain en el laboratorio de Tesla
Pocos saben, por ejemplo, que Mark Twain patentó tres inventos: una “mejora de correas ajustables y desmontables para la ropa”, que debía sustituir a los tirantes; un juego sobre anécdotas históricas, y un libro de fotos autoadhesivas, que tenía un pegamento seco en las páginas y debía humedecerse ligeramente antes de su uso. Éste último fue el de mayor éxito comercial. Por otra parte, entabló una prolongada amistad con Nikola Tesla -colaborador de Edison e inventor del motor de inducción de corriente alterna-, en cuyo laboratorio pasaron juntos mucho tiempo.

Pero Twain no tenía una destreza especial para los negocios y, aunque ganó mucho dinero con sus obras literarias, perdió grandes sumas en diversas inversiones, por lo general relacionadas con inventos y tecnología. Una de esas inversiones fue la destinada a la compositora Paige, una máquina diseñada para sustituir al tipógrafo humano en las imprentas. Se trataba de un ingenio mecánico muy avanzado, pero muy complejo y que necesitaba continuos ajustes. Invirtió en ella enormes cantidades de dinero entre 1880 y 1894, pero pronto quedó obsoleta por la introducción de la linotipia. El escritor perdió la mayor parte de los ingresos obtenidos con sus libros y sólo pudo recuperarse gracias a nuevos escritos y conferencias, así como a la ayuda de su nuevo amigo Henry H. Rogers, directivo de la Standard Oil.

En su obra literaria, el libro que mejor refleja ese interés por la ciencia es probablemente Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889). Su protagonista, un estadounidense del siglo XIX, viaja a través de un “túnel del tiempo” a la Inglaterra de la Edad Media y allí introduce la revolución industrial. Con el tiempo, este se convertirá en un tipo de argumento frecuente de la ucronía o historia paralela, un subgénero de la ciencia ficción.

El cometa Halley
En las líneas precedentes he anotado algunos hechos que vinculan a este escritor con la ciencia. Aún falta agregar uno más, tal vez el más curioso de todos. Mark Twain había nacido durante una de las visitas del cometa Halley a la Tierra, y en 1909 había dicho: “Vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: ‘Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir’. ¡Ah! Lo espero con impaciencia.”

Su deseo se cumplió: murió en Redding de un ataque al corazón hacia las seis de la tarde del 21 de abril de 1910, a los 74 años de edad, el día anterior al perihelio del retorno del cometa a la Tierra.

martes, 17 de septiembre de 2013

Leer te pone en contacto con las ideas de otros

Hace un par de días empecé a leer una novela de William Saroyan (1908-1981), autor del que ya he leído algunos cuentos. Recuerdo especialmente uno titulado "El jardín de granados", que me impactó por su humor y por la compasión que despierta hacia sus personajes.

Bien, la novela en cuestión se titula Las aventuras de Wesley Jackson (1946), una obra que el ejército de los Estados Unidos encargó al escritor para dar una visión optimista de la vida de las tropas norteamericanas destacadas en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el tono de la novela no es precisamente optimista, de modo que fue rechazada por las autoridades por su contenido antibelicista y poco complaciente.

Saroyan, William. Las aventuras
de Wesley Jackson. Barcelona:
Acantilado, 2006
Aunque sólo he leído hasta ahora los dos primeros capítulos, eso ha bastado para que me sintiera atrapado por la historia. El protagonista mismo, Wesley Jackson, es un ávido lector y un aspirante a escritor, como se ve en el primer capítulo. El narrador en primera persona cuenta que tiene diecinueve años, que su canción favorita es Valencia ("supongo que tarde o temprano todo el mundo se busca una canción favorita") y más adelante explica que otra cosa que hay que saber de él es que es feo. "El porqué no lo sé, es así y punto."

Y luego viene un párrafo con cuyo contenido no pude evitar sentirme identificado, sobre todo en lo referente a la soledad que muchas veces siente un lector al momento de querer hablar de sus lecturas. Dice así:

Por este motivo, hace tres años me propuse mantenerme lo más alejado posible de la vista de nadie. Daba largos paseos y leía muchos libros. Pasear te hace pensar, y leer te pone en contacto con las ideas de otros hombres (...). Después de pasear mucho, leer mucho y pensar mucho uno acaba hablando consigo mismo, sólo que no es exactamente consigo mismo con quien habla, sino con los tipos a los que ha conocido en los libros. Y enseguida le entran a uno ganas de hablar con alguien vivo, pero cuando va a hacerlo la gente no sabe de qué le habla porque no ha leído los libros que él sí ha leído ni ha pensado lo que él sí ha pensado, y lo más probable es que lo tomen a uno por loco.

Comienzo este blog sobre autores, libros (o escritos, en el soporte que sea) y lectores con esta cita que habla de todo eso.