martes, 17 de septiembre de 2013

Leer te pone en contacto con las ideas de otros

Hace un par de días empecé a leer una novela de William Saroyan (1908-1981), autor del que ya he leído algunos cuentos. Recuerdo especialmente uno titulado "El jardín de granados", que me impactó por su humor y por la compasión que despierta hacia sus personajes.

Bien, la novela en cuestión se titula Las aventuras de Wesley Jackson (1946), una obra que el ejército de los Estados Unidos encargó al escritor para dar una visión optimista de la vida de las tropas norteamericanas destacadas en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el tono de la novela no es precisamente optimista, de modo que fue rechazada por las autoridades por su contenido antibelicista y poco complaciente.

Saroyan, William. Las aventuras
de Wesley Jackson. Barcelona:
Acantilado, 2006
Aunque sólo he leído hasta ahora los dos primeros capítulos, eso ha bastado para que me sintiera atrapado por la historia. El protagonista mismo, Wesley Jackson, es un ávido lector y un aspirante a escritor, como se ve en el primer capítulo. El narrador en primera persona cuenta que tiene diecinueve años, que su canción favorita es Valencia ("supongo que tarde o temprano todo el mundo se busca una canción favorita") y más adelante explica que otra cosa que hay que saber de él es que es feo. "El porqué no lo sé, es así y punto."

Y luego viene un párrafo con cuyo contenido no pude evitar sentirme identificado, sobre todo en lo referente a la soledad que muchas veces siente un lector al momento de querer hablar de sus lecturas. Dice así:

Por este motivo, hace tres años me propuse mantenerme lo más alejado posible de la vista de nadie. Daba largos paseos y leía muchos libros. Pasear te hace pensar, y leer te pone en contacto con las ideas de otros hombres (...). Después de pasear mucho, leer mucho y pensar mucho uno acaba hablando consigo mismo, sólo que no es exactamente consigo mismo con quien habla, sino con los tipos a los que ha conocido en los libros. Y enseguida le entran a uno ganas de hablar con alguien vivo, pero cuando va a hacerlo la gente no sabe de qué le habla porque no ha leído los libros que él sí ha leído ni ha pensado lo que él sí ha pensado, y lo más probable es que lo tomen a uno por loco.

Comienzo este blog sobre autores, libros (o escritos, en el soporte que sea) y lectores con esta cita que habla de todo eso.

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