martes, 22 de diciembre de 2015

Una vinculación secreta: Jules Verne y George Sand

Desde hace cierto tiempo tenía la intención de escribir sobre una relación literaria poco conocida, sin comenzar a hacerlo nunca, hasta que al fin me decidí: la relación entre los escritores franceses Jules Verne y George Sand. Aunque poco conocida, esta vinculación ha sido tratada ya por algunos especialistas, así que este texto se limita a ofrecer algunos datos y comentarios.

George Sand -seudónimo de Aurore Dupin, baronesa Dudevant- nació en París en 1804 y murió en Nohant en 1876. Tuvo una vida llena de escándalos y escribió una gran cantidad de obras, principalmente novelas, entre las que pueden citarse Indiana (1832), Lélia (1833) y El pantano del diablo (1846), considerada su obra maestra. Dentro de su círculo de amistades se encontraban Franz Liszt, Eugène Delacroix, Gustave Flaubert y, también, Jules Verne.

George Sand retratada por Delacroix.

Verne nació en Nantes en 1828 -viviría también en París y en Amiens, donde falleció en 1905- y transitó, en general, una vida más retirada, dedicada al trabajo. Fue también un autor prolífico y llegó a convertirse en uno de los escritores más leídos y traducidos de todos los tiempos. Las diferencias de edad y de temperamento entre ambos escritores, por otra parte, no les impidieron sentir una mutua admiración a lo largo de los años.

La primera muestra de esa admiración la encontramos tal vez en 1851. George Sand es ya una escritora famosa y Jules Verne, que vive en París, está recién iniciando su carrera. En una carta a su madre, se queja con exaltación de que en su ciudad natal se prohíba una obra teatral de Sand: «¡De verdad que no sé hasta qué grado de virtuosismo antiprogresista se va a llegar en esa ciudad!».

En enero de 1864 aparece, en la Revue des Deux Mondes, una novela corta de George Sand titulada «Laura. Viaje a través del cristal», incluida al año siguiente en el volumen Laura (1865). Se trata de un relato fantástico en el que los protagonistas, Alexis y Laura, realizan un viaje a través de un cristal o, si se quiere, un viaje al centro de la Tierra.

Jules Verne fotografiado por Nadar.

Muchos han considerado a esta nouvelle la contracara lírica de la célebre novela Viaje al centro de la Tierra, de Verne, publicada en noviembre de 1864. Teniendo en cuenta las fechas de publicación, es posible suponer que Jules Verne recibió la influencia de esta obra de Sand al escribir su novela. En todo caso, al leer ambos relatos pueden encontrarse algunas similitudes y hasta alguna cita de notable parecido. Leemos en «Laura», en boca de Walter, un personaje secundario:

No importa, los trabajos de tu tío tienen un gran valor, porque en medio de muchos errores, libera muchas verdades.

Y en Viaje al centro de la Tierra, el profesor Lidenbrock dice a su sobrino Axel:

La ciencia, muchacho, está formada de errores, pero de errores que conviene cometer, porque conducen poco a poco a la verdad.

Pasamos al año 1865. En una carta de agradecimiento, George Sand reconoce que los relatos de Verne han conseguido distraerla de un hondo dolor y le han permitido soportar mejor las preocupaciones. Sólo lamenta haberlos terminado y no tener «otra docena por leer». Y agrega: «Tengo la esperanza de que no tardará en llevarnos al fondo del mar y que hará que sus personajes viajen en esos aparatos de inmersión que sus conocimientos científicos y su imaginación son capaces de perfeccionar.»

La biblioteca del capitán Nemo.

Jules Verne recordaría esta sugerencia de George Sand como el verdadero punto de partida de otra de sus grandes obras, Veinte mil leguas de viaje submarino (1869-70). Y, como en un homenaje a la autora que le había brindado la idea para ese libro tan especial, Aronnax -el narrador utilizado por Verne- la menciona al describir la biblioteca del capitán Nemo:

Entre aquellos libros, advertí las obras maestras de los escritores antiguos y modernos, es decir, todo lo que la humanidad ha producido de más bello en la historia, la poesía, la novela y la ciencia, desde Homero hasta Víctor Hugo, desde Jenofonte hasta Michelet, desde Rabelais hasta George Sand.

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